El lunes 26-sep-16 a
las 06:00 horas ya estábamos afuera del garaje de la casa de Robinson y Libia.
Nos despedimos de ellos y de nuevo nos fuimos para El Morro. Desayunamos allí y
seguimos para La Quebrada La Almorzadera.
El panorama hoy era
totalmente distinto, no llovía, no había nubes amenazadoras y no había una
quebrada crecida. El nivel de la quebrada podría haber sido unos 30 centímetros
más o menos. Yo no me atrevía a pasar a Pikachu, así que Andrew tenía que pasar
ambas motos. Era la primera vez que Andrew se sentía nervioso en el viaje, pues
no había cruzado una quebrada antes en moto.
Día totalmente despejado
Cero señales de lluvia
Disfrutamos de una hermosa mañana
Ah... ¡Papitas fritas! Esto si se puede pasar fácil.
Quitamos las maletas
que ponemos sobre los tanques, ya que éstas no son impermeables y tenían los
celulares, cámaras y demás; y las pasé yo caminando. Andrew pasó primero a
Pikachu y luego la Tornado. Él dice que se sintió mejor pasando a Pikachu que
la Tornado, pues Pikachu es muy buena yendo lento y en primera; pero la Tornado
toca con más mañana.
Se puede pasar fácil pero que lo haga Andrew
Aún faltaba pasar la Tornado
Yo también pasé quebrada
Me monté de nuevo en
Pikachu y a los 20 metros la boté en la trocha… Aún sigo aprendiendo como
manejar mis nervios durante los recorridos en trocha. Seguimos, pero yo estaba
aún muy nerviosa porque la trocha no era muy mala, pero a veces se ponía un
poco difícil. Llegamos a un túnel en piedra que conducía a un puente el cual
cruzaba una quebrada que tenía una linda caída de agua. Yo empecé a llorar
porque la trocha era eterna y yo quería terminarla ya. Andrew me decía que
tenía que controlar mi estrés y disfrutar del camino.
Bueno no es un túnel, es como un arco en piedra.
La caída de agua
Yo mirando hasta donde había llegado en Pikachu
Continuamos con la
trocha y mejoró considerablemente y yo me relajé y disfruté del recorrido.
Llegamos a Labranzagrade, un pueblo que al parecer ha sido escenario de varios
enfrentamientos entre los militares, las FARC y los Elenos (ELN). Bueno no sólo
escenario, Labranzagrande ha sido como una especie de base de rotación durante
mucho tiempo, según lo que he leído, había estado bajo el control de estos
grupos al margen de la ley como durante 30 años. Al llegar al pueblo aún se
puede notar la tensión de días pasados. Los soldados están por todo el pueblo y
el Parque Central tiene en dos de sus esquinas bunkers de sacos de arena.
Por estos paisajes fue que me relajé
Ahí voy yo sin temor a la trocha
Divirtiéndonos en el camino
Andrew entró a una
tienda a tomar y comer algo. Yo me quedé afuera con las motos tomando agua,
cuando de repente veo que caen papeletas del cielo. La gente las tomaba en el
aire o las recogía del suelo. Yo tomé una del suelo para ver cuál era el
mensaje. Eran papeletas patrocinadas por el ejército, la FAC y la policía que
ofrecían 400 millones de pesos por la información que condujera a la captura de
un cabecilla de los Elenos. Un señor que estaba al lado mío y que estaba
leyendo también la papeleta señaló las que seguían volando muy alto en el cielo
y decía “Por allá va el dinero volando”.
La plata voladora
Labranzagrande - Boyacá
Labranzagrande - Boyacá
Después de
Labranzagrande la trocha empieza a subir y se alcanzan los 3480 m.s.n.m. Ya se
podían ver las típicas montañas de Boyacá (bueno la parte que yo conocía de
Boyacá) y ya veíamos la ruta pavimentada, pero los últimos 5 o 6 kilómetros de
la trocha estaban hechos un barrial atemorizante. Había cuadrillas de obreros
trabajando en la ruta, por lo cual también había muchas volquetas y
retroexcavadoras pasando y haciendo el barrial aún peor, pero se logró, pasamos
invictos. Lo bonito de todo esto era el paisaje de frailejones que teníamos
alrededor.
Ya casi llegando a nuestro destino
Muy alto en las montañas
Tomando agua de panela con queso
En el camino paramos a
tomar aguapanela con queso. El objetivo era llegar a la Laguna de Tota donde mi papá
tiene un amigo campesino de la región, Don Remigio. Llamamos a Don Remigio
desde El Crucero mientras almorzábamos, él me dijo que cuando llegara a Playa
Blanca lo volviera llamar para seguir más instrucciones hacia su hogar.
Llegamos a Playa Blanca, una playa de arena blanca a las orillas de la Laguna
de Tota. Disfrutamos del paisaje mientras Don Remigio nos devolvía la llamada.
Como a las 17:30 llegamos a la casa de Don Remigio. La escena era muy bonita;
entramos a la casa a un patio central grande donde estaban los costales de
alverja que acababan de recoger los trabajadores. Los empleados de Don Remigio
todos reunidos hablando sobre el día de hoy, no tomamos fotos porque nos da
vergüenza; Andrew dice que no quiere tomar fotos de la gente como si estuvieran
detrás de una jaula en un zoológico. Me toca a mí atreverme más y tomar las
fotos.
Laguna de Tota
Playa Blanca
No sé por qué, pero me gusta esta foto.
Esperando a que nuestro anfitrión se desocupara
En las montañas de Tota
La casa de Don Remigio
La casa de Don Remigio
Nos cocinaron con leña
Don Remigio aún estaba
ocupado, pero nos indicó en qué cuarto íbamos a dormir y nos preguntó que si
comeríamos, pues tenía que pedirle a una cocinera hacer la comida, ya que su
esposa no se encontraba en la casa a causa de una cirugía de cataratas que le
habían hecho en Bogotá. Don Remigio le pidió a Yolanda (la cocinera) hacer
comida para los cuatro (Andrew, Don Remigio, un empleado y yo), después él se
puso a cargar con unos empleados el camión con los costales de alverja que iban
para Bogotá.
Andrew y yo nos
pusimos a hablar con Yolanda mientras ella nos cocinaba, nos contó sobre su
familia que estaba compuesta de su esposo, dos hijos y una hija menor. Hablamos
también de los trabajos que ella hace y de cuando mi papá trabajó en Tota como
interventor en un proyecto de riego de cultivos, tenía buenos recuerdos mi
papá.
Don Remigio y su
empleado se desocuparon y se unieron a la conversación. Don Remigio nos ofreció
unas cervezas y salió en su moto armado con su ruana a comprar unas cervezas.
Cuando volvió nos las sirvió entre risas y diciendo “acá el boyaco lo que toma
es cerveza”. Don Remigio es un campesino bonachón que vive con su esposa y su
hijo menor de seis años, sus dos hijos mayores viven en Bogotá. Yolanda nos
sirve la comida, Andrew y yo comemos en la mesa del comedor, el empleado en una
mesita al lado y Don Remigio dice que comerá después. Yolanda le pregunta a Don
Remigio que si viene la mañana siguiente para hacer el desayuno, él nos mira
con cara de ¿qué quieren ustedes? Y pues con Andrew decidimos desayunar con
ellos. Yolanda se despidió y salió en dirección a su hogar.
Con Donde Remigio y el
empleado nos quedamos charlando y tomando una segunda cerveza hasta las 22:00 y
yo creo que ya teníamos cara de cansancio y él nos dijo “bueno muchachos vayan
a descansar”. Nos metimos a la cama y creo que después de 10 minutos ya
estábamos dormidos.
A la mañana siguiente
sonó la alarma a las 07:00 horas y empezamos a empacar nuestros corotos. Ya
todos estaban levantados. Yolanda salió de la cocina y nos ofreció tinto. El
tinto nos calentó las manos; se me había olvidado nombrar que esta región de
Boyacá es bastante fría, pues está a más de 3000 m.s.n.m.
Bartolo, el perro de Don Remigio.
Sembrado de arveja
Andrew y los primeros rayos del sol
De nuevo me puse a
hablar con Yolanda y le pregunté si su hija había llegado bien, ya que la noche
anterior me había contado que la joven se había tenido que quedar hasta tarde
en el pueblo haciendo una maqueta para el colegio y que debería tomar el último
bus para llegar a casa. Para tristeza de Yolanda la joven no volvió. Yolanda me
contó que tarde en la noche después de haberla llamado muchas veces al celular,
la chica había respondido en un mensaje que ella no volvería a casa. Yolanda
estaba muy triste, lo único que me dijo fue: “Es que desde chiquitica me ha
salido muy verrionda. Se cansó de la buena vida, porque yo lo único que le
exigía era estudiar; yo no la ponía a trabajar. Eso fue que se fue con algún novio
que tendría”. Y ahí estaba Yolanda con su corazón partido trabajando como si
nada y cumpliendo con su deber.
Llegó la hora de
desayunar, Yolanda nos sirvió caldo de papá, huevos, chocolate y pan. Todo
estaba delicioso. Don Remigio dijo que a él le gustaba pasear su caldo y se fue
tomado el caldo mientras hacía cosas en el patio central. Con Andrew nos dimos
cuenta que a ninguno de ellos les gustaba sentarse en la mesa con nosotros;
obviamente no supimos la razón y tampoco íbamos a preguntar. Lo que sí preguntamos
era dónde podíamos comprar una buena ruana para Miguelito (el hermano mayor de
Andrew).
Desayunando
Yolanda nos dijo que
en Tota vendían buenas ruanas, pero que la mamá de Don Remigio de vez en cuando
vendía en su tienda. Terminamos de desayunar y Don Remigio nos llevó a la casa
de su mamá que quedaba como a 100m de su casa y le pidió a su mamá que nos
mostrara las ruanas que tenía. Tenía dos ruanas negras de excelente calidad.
Digo que excelente calidad porque ahora mi ruana al lado de las que nos mostró la
mamá de Don Remigio parece china. Una lana negra, difícil de conseguir, de un
buen largo y también buen espesor. Yo me enamoré de la ruana a penas la vi,
Andrew también, tuvimos un inconveniente con el precio, porque cuando la señora
nos dijo el precio los dos entendimos 80.000 pesos, pero realmente quiso decir
180.000 pesos. Obviamente nos sentimos un poco estafados, pero no por el valor,
porque no sabíamos cuánto podría costar una ruana, sino por haber entendido un
precio mucho más bajo; pero la calidad de la ruana lo ameritaba.
La mamá de Don Remigio, Don Remigio y Andrew
La ruana que tiene Andrew fue la que compramos para Miguelito
Llegó la hora de
despedirnos de Don Remigio y Yolanda para continuar nuestro camino hacia Paipa.
Yo no quería pasar por Sogamoso ni Duitama, siempre que pasamos por poblaciones
grandes es un dolor de cabeza; lastimosamente yo no planeé la ruta en el GPS y
como la ruta no iba a ser larga tampoco usamos los celulares. Después de Iza
tomamos a la derecha en vez de la izquierda y terminamos en Sogamoso, que
desgracia tan infinita. Ya en Sogamoso nos tocó utilizar el celular y después de
Sogamoso nos desviamos por Tibasosa para llegar a una trocha que nos llevara de
nuevo a la ruta que yo quería tomar desde el comienzo, la cual nos llevó hasta
el Pantano de Vargas. Andrew iba en piloto automático y paramos en el monumento
que tienen a la heroica batalla y nos comimos unas empanadas.
¡Porque no importa donde se nace, sino donde se lucha!
Casitas con comida y artesanías
Ya del Pantano de
Vargas a Paipa son como 20 minutos. Al llegar al pueblo buscamos un hotel y nos
instalamos. Necesitábamos descansar así que decidimos quedarnos dos noches en
Paipa. Lo siguiente que hicimos fue dar vueltas en el pueblo, comer y tomar una
cerveza. Ya como a las 23:00 nos habíamos devuelto al hotel a descansar.
Al siguiente día
Andrew decidió que él también quería una ruana 😕… Bueno preguntamos dónde
podíamos conseguir buenas ruanas y nos indicaron que a la entrada de Paipa muy
cerca de las vías del ferrocarril. Allá miramos muchos almacenes y muchas
ruanas y confirmamos que la ruana que le compramos a la mamá de Don Remigio
tiene una excelente calidad y el precio fue el adecuado, ya que por el mismo
precio encontramos ruanas buenas, pero ninguna con la misma calidad. Pasamos
como por cuatro almacenes y Andrew no encontraba algo como lo que le compramos
a Miguelito. En el quinto almacén encontramos una ruana de lana oscura, con
puntadas más rústicas y de un buen largo. Andrew se enamoró de la ruana, pero
él la buscaba con capucha 😕 una condición un poco difícil ya que las ruanas
tradicionales no tienen capucha. El señor le ofreció a Andrew hacerle la
capucha y entregarle la ruana con capucha cerca a las 17:00 horas (eran en ese
momento las 10:00 horas). El señor pidió 160.000 pesos; Andrew aceptó, le dio
100.000 pesos de adelanto y salió muy contento del almacén.
Nos devolvimos al hotel a subir fotos al drive, adelantar
los diarios y organizar y planear la ruta de Paipa a Güicán. En eso se nos
ocurrió mandar a hacer una bolsa para guardar mi traje impermeable. Andrew ya
tenía una bolsa con las características
necesarias para no botarla en la mitad del camino,sólo teníamos que
copiarla. Con ayuda de la señora
encargada del hotel contactamos a una señora y su hija que manufactura ropa
deportiva.
Cacharriando las motos en Paipa
Las señoras
llegaron y les solicitamos copiar la bolsa y hacer con una riata que teníamos,
una correa para atar una lona que tenemos. Ellas se comprometieron a traer la
bolsa y las correas el mismo día en la noche, ya que nosotros teníamos planeado
irnos al siguiente día a Güicán.
Así se fue el
día y a eso de las 17:00 horas nos dirigimos al almacén de ruanas, como
siempre, nos llevamos nuestra decepción. El señor le había puesto una capucha
de lana tejida con agujas a la ruana. Parecía como si lo hubieran puesto una
bufanda en forma de capucha. El señor se
dio cuenta de nuestra decepción, podía verla en nuestras caras. Nos preguntó si
estábamos contentos con el resultado, a lo cual respondimos de muy mala gana:
No. Esto no era lo que esperábamos. Le dijimos que queríamos una capucha del
mismo material de la ruana, con el mismo tejido, no un tejido con agujas.
El señor se disculpó y
dijo que no nos habíamos puesto de acuerdo en qué material iba a ser la
capucha. Pidió 20.000 pesos y un día más para arreglar la capucha. Quedamos en
que íbamos a recoger la ruana el siguiente día a las 17:00 horas.
Nos devolvimos al
hotel, Andrew se dio cuenta en el camino de que había un gimnasio. Él se fue
para el gimnasio y yo me quedé en el hotel adelantando el blog.
A las 21:00 horas
Andrew regresó del gimnasio y las señoras no aparecían con la bolsa. Las llamé y me
dijeron que no podían pasar en la noche, que lo harían al siguiente día a las
09:00 horas.
En Colombia tenemos un
grave problema, ninguno de nosotros podemos comprometernos con tiempos reales.
Todos hablamos demasiado, pero ninguno podemos cumplir con los tiempos que nos
hemos comprometido.
Terminamos el día
comiendo empanadas y tomándonos unos polas en el cuarto.
El jueves 29 de
septiembre el papá estaba de cumpleaños. Lo llamé como a las 08:00 horas.
Cuando Andrew y yo
decidimos ir a almorzar llegaron las señoras al hotel a entregar la bolsa y la
correa. Nosotros estamos en el restaurante así que les pedí que fueran al
restaurante a encontrarse con nosotros. Para satisfacción nuestra, las señoras
habían hecho un excelente trabajo. La bolsa quedó igualita y nos gustaron los
colores y materiales. La hija nos preguntó para dónde íbamos. Le contamos que
íbamos para El Nevado del Cocuy, y ella nos pidió un favor. Ella quería que
nosotros probáramos un material para ropa de clima frío que ella había
diseñado. Nos dijo que en la noche nos daría unas mangas para nosotros probarlas
en el clima del Cocuy, que le contáramos cómo se sentían y si realmente
ayudaban a combatir el frío.
A las 17:00 horas nos
dirigimos a donde el señor de las ruanas. Íbamos con muy pocas expectativas,
pero para sorpresa de nosotros, el resultado de la nueva capucha nos gustó
mucho. Se notaba que la capucha era de otro color y que no se había hecho de la
misma tela, pero la técnica era la misma. Quedamos muy contentos.
La ruana de Andrew. Vamos a ver si realmente la va a usar.
Andrew y yo estábamos
muy inconformes con la cantidad de ropa que llevábamos.
Nos parecía que era demasiada; además habíamos empacado de la forma equivocada,
porque siempre teníamos que abrir todas las maletas así no estuviéramos
acampando. Como ya habíamos decidido que enviaríamos las ruanas a Cúcuta,
aprovechamos para mandar con ellas la ropa que nos sobraba y algunas
herramientas que Andrew concideró que no necesitaría durante el viaje.
Paipa es famoso por
las aguas termales, así que en nuestra última noche decidimos ir al
"Centro de Hidroterapia". Para entrar pagamos 65.000 pesos por persona
y disfrutamos de un circuito de dos horas donde estuvimos en una piscina con
chorros de agua, una cama de burbujas, un jacuzzi, un turco, nos dimos
auto-masaje lodo para terminar en un sauna. La pasamos bien, pero concordamos
en que podíamos hacer lo mismo en la mitad del tiempo y precio.
Al siguiente día
arrancamos con destino Güicán. Éste pueblo queda en Boyacá muy cerca al Nevado
del Cocuy. El Parque Nacional Natural El Cocuy está cerrado desde febrero de
2016, así que ya sabíamos que nos podíamos entrar al parque. Por esta razón
consideramos irnos para Santander y visitar Barichara, San Gil, El Parque
Chicamocha y Bucaramanga; pero finalmente decidimos ir al nevado, así no lo
pudiéramos ver. Para Andrew son más interesantes las poblaciones y los paisajes
de clima frío, es decir, en lo alto en las montañas. Yo ya conocía toda esa
parte de Santander y quería ver esta otra parte de Boyacá que nunca había
visitado.
Como a las 05:00 horas
me llamo la hija de la señora costurera preguntando si podía pasar por el hotel
para entregarme las mangas, yo le dije que sí y a los pocos minutos llegaron. Nos
entregaron las mangas y pude ver que tenían excelentes terminados. De verdad
estas señoras trabajan muy bien. Probaremos las mangas.
A eso de las 06:15
cogimos camino. Como siempre la carretera era preciosa, con un paisaje de
montaña verde viche (diga usted como un verde muy ácido). La carretera era más
bien sola y el frío de la mañana con el sol se sentía como una buena recarga de
energías. El día era más bien soleado.
Después de haber
desayunado en Belén y de un largo rato disfrutando montañas, llegamos a una
vereda de Tutazá, donde nos dimos cuenta que ese día (30-sep-2016) el
departamento de Boyacá estaba celebrando su identidad, era el Día de la Boyacensidad.
Vimos en la pequeña plaza de la vereda a todos los niños y jóvenes con ruanas y
sombreros. Los niños jugaban y bailaban las carrangas del Maestro Jorge Velosa
que sonaban a buen volumen desde unos parlantes. Unas chicas se le acercaron a
Andrew ofreciéndole tamales. Estábamos llenos, hubiéramos sabido, hubiéramos
desayunado ahí con ellos. Nos tomamos un tinto. Después pasaron unos niños
vendiendo masatos, Andrew compró uno.
Belén - Boyacá
Tutazá - Boyacá
Tutazá - Boyacá
Los chicos vendiendo masato
Andrew compró su masato
Día de la Boyacensidad
Seguimos nuestro camino
y nos íbamos acercado al cañón de Chicamocha. Yo que había planeado la ruto no
me había dado cuenta que íbamos a atravesar el cañón. Antes de llegar a Soatá
el clima no estuvo nada mal, pero ya en Soatá habíamos alcanzado una altura
donde nos moríamos de calor. Ahí en Soatá nos comimos unas empandas y nos
tomamos unos jugos. No tomamos muchas fotos porque nos sentimos un poco
espiados en el pueblo, es decir, un señor nos preguntaba todo sobre las motos y
otro simplemente se quedó como recostado en Pikachu. Salimos como corriendo,
pero Andrew paró a comprar algunas bayetillas que se nos han hecho muy útiles
en el viaje.
Soatá es como el
último pueblo antes de cruzar el Cañón de Chicamocha (cuando uno va en
dirección a Güicán). La carretera de bajada no es muy empinada, pero tiene
infinitas curvas. Con cada metro que se baja aumenta la temperatura. Ya en el
fondo de cañón, cuando uno cruza el Río Chicamocha la temperatura es infernal y
uno metido en un traje espacial.
Si no estoy mal, el pueblo que se ve es Boavita desde el otro lado del Cañón del Chicamocha
El siguiente pueblo es
Boavita, pero ahí no paramos, seguimos derecho hasta Guacamayas donde nos
comimos un helado. En Colombia, Andrew por primera vez en su vida se enfrenta a
la cruda realidad del bobo del pueblo. Andrew se siente incómodo cada vez que
violan su espacio personal. El espacio personal de Andrew es como una burbuja
de 1 m de radio. En muchos de los pueblos que hemos parado, se nos acerca el
bobo del pueblo. Para las personas que no sepan quién es el bobo del pueblo, he
aquí mi definición: Es aquel individuo que todo el pueblo conoce, todos saben
su nombre, por lo general todos le tienen un apodo, todos saben dónde vive, todos
saben quién es su familia, algunos lo maltratan o lo ofenden, y otros lo cuidan
o lo alimentan; pero la verdad es que el bobo del pueblo es una persona
psicológicamente enferma o con algún retraso mental que el paupérrimo sistema
de salud de nuestro querido pueblo colombiano nunca tiene en cuenta.
Boavita - Boyacá. Sí. Así es coo me pongo las gafas en el casco.
En algún punto entre Boavita y Guacamayas
No se puede aburrir uno de las montañas
Si las personas sin
ningún problema de salud se nos acercan curiosos sobre las motos y nuestros
atuendos, pues para el bobo del pueblo es aún más intrigante un personaje como
nosotros; la única diferencia es que sí se acercan hasta tocarte, o agarrarte
para no dejarte ir hasta que el o ella logren hablar contigo. Cuando estábamos
comiendo nuestro helado, un señor de unos 40 años se acercó a Andrew y entró en
esa burbuja. El señor con mucha dificultad nos preguntó quién éramos y a dónde
íbamos. Andrew se puso muy nervioso por la invasión de su espacio, pero sabe
que el señor simplemente no entiende que está muy cerca. Yo empecé a responder
sus preguntas a ver si se acercaba más a mí y se alejaba del acorralado Andrew.
Funcionó, el señor se acercó a mí y me preguntó si tocaba ir a votar el
domingo. Le dije que sí y en ese momento pasaron unos culicagados como de unos
10 años en bicicletas, le gritaron al señor por su apodo (no entendí cuál era)
y le dijeron “No moleste, deje de joder a los viajeros. Salga de aquí,
¡Salga!”. El señor dijo “ya voy, ya voy” y siguió su camino. Me dio tristeza que
personas como él en estos pueblos no reciban la ayuda adecuada.
Parque La Aurora en Guacamayas
Parque La Aurora en Guacamayas
De Guacamayas a Güicán
la carretera es medio pavimentada y medio destapada, así que nada tortuosa para
mí. A Güicán llegamos como a las 17:30 y empezamos a buscar hotel. Encontré uno
muy bonito, cómodo, barato, en todo el parque central y nos dejaban entrar las
motos.
Monumento a la comunidad indígena U'WA en Güicán
Al siguiente día nos
dirigimos a la oficina de Parques Nacionales Naturales para averiguar que
podíamos hacer. También preguntamos por la causa del cierre del nevado y nos
explicaron que en enero personas que fueron a visitar el nevado tuvieron malos
comportamientos, es decir, unos muchachos subieron a jugar fútbol en la nieve.
Los muchachos subieron los videos a internet y la comunidad indígena U’wa se
enfureció por la falta de respeto de los visitantes y pidieron cerrar el
parque. Al parecer ellos están muy preocupados por el deshielo y el futuro del
parque, por lo cual están solicitando un estudio de impacto ambiental para
abrir el parque de nuevo. La verdad, en mi concepto, no es claro por qué sigue
cerrado.
Gúicán de la Sierra - Boyacá
Güicán de la Sierra - Boyacá
En la oficina de
parques decidimos tomar una trocha que conecta Güicán con El Cocuy (pueblo) y
bordea todo el parque. El día estaba bastante nublado, ya que el huracán Mathew
estaba pasando por el caribe colombiano y a nosotros en la parte norte de
Boyacá nos dejó lluvia y nubes. No pudimos ver ni un solo pico blanco. Cuando
llegamos al primer puesto de control del parque, donde están las cabañas y las
zonas de camping, hablamos largo y tendido con uno de los guarda parques. Él nos
informó que se podía ir en la moto hasta el final. Yo le dije a Andrew que lo
esperaba en las cabañas. Andrew volvió como 40 minutos después muy contento del
paisaje de páramo que había visto al subir al borde del parque. Yo también
estaba muy contenta de haberlo esperado porque había llovido durante esos 40
minutos y él me contó que la trocha se ponía como maluca a pocos metros de
donde estábamos.
El camión de la leche, recogiendo la leche de los campesinos que la ordeñan.
Las cabañas cerca a uno de los puestos de control
Las cabañas cerca a uno de los puestos de control
El pasto allá era más bien como musgo
Lo que Andrew vio cerca a los límites del parque
¡Frailejones!
Andrew de vuelta
Yo veo la Tornado gigante, pero al ver a Andrew sobre ella pareciera que fuera más pequeña
Andrew y su paisaje favorito
Bueno así estuvimos
por todo el camino parando mirando y disfrutando.
Como a la mitad del
camino empezó a llover, y como siempre me puse muy nerviosa y quería llegar lo
más pronto posible a el pueblo de El Cocuy.
En El Cocuy paramos a
descansar y ver llover. En una cafetería nos tomamos unos tintos.
Sólo lluvia en El Cocuy
Ya tuviera yo un balcón así
Como a las 17:00 llegamos
de nuevo a Güicán. Estábamos como cansados y mojados. Esa noche nos cambiamos,
comimos, yo alisté mis maletas para el siguiente día partir a Cúcuta y luego a
descansar.
No íbamos a tomar la
misma ruta para ir a Cúcuta, esta vez íbamos por Capitanejo. El día estaba nublado,
pero no se veían signos de lluvia. Cuando llegamos a El Espino desayunamos y
seguimos nuestro camino. Como por 20 minutos después de El Espino la carreta estaba
perfectamente pavimentada. Y creo que hace muy poco la habían inaugurado. Las
lluvias del día anterior habían hecho de las suyas y se veían demasiadas rocas
y escombros sobre la vía. Luego comenzó la trocha, había claras señales de
derrumbes, pero la verdad la trocha estaba tan bien cuidada que no fueron un
obstáculo para nosotros. Parece ser que ya me siento mucho mejor recorriendo
las trochas. En un punto de la trocha había un derrumbe, pero una
retroexcavadora ya estaba trabajando en abrir el camino. Sólo esperamos unos 10
minutos y pasamos sin inconvenientes. Continuamos bajando de nuevo el cañón del
Chicamocha, pero esta vez no cruzamos el río, sino que nos fuimos paralelos a
él. Obviamente el calor era infernal, pero el paisaje seco y la formación del
cañón eran fascinantes. Llegamos a Capitanejo y yo celebré que no me caí ni una
sola vez en la trocha.
Excelente vía después de El Espino
Nuestra salvadora
La lluvia alcanzó a hacer de las suyas
El Cañón del Chicamocha
En las entrañas del cañón
Árida la tierra del cañón
A las 12:30 paramos en
Málaga para almorzar. Después de Málaga se llega a El Cerrito. Allí, cuando yo
planee la ruta, Google Maps y el GPS me daban dos opciones. Una opción era
tomar la ruta pavimentada o tomar la trocha. Como ya había escogido trocha al
comienzo de la ruta, escogí la pavimentada después de El Cerrito. Cuando
llegamos a El Cerrito las indicaciones del GPS no eran claras. Le preguntamos a
los locales por dónde debíamos coger la vía para Cúcuta. Nos indicaron y cuando
llegamos a la vía nos dimos cuenta que nos habían enviado por la trocha. Bueno
ni modo, a seguir se dijo. Yo como siempre súper nerviosa. Paramos un momento
para que yo me pusiera el impermeable y Andrew me estaba regañando por mi
comportamiento inapropiado ante la situación. En algún punto dejamos las
veredas y entramos al páramo. ¡WOW! Qué bonito. Pude ver a los frailejones en
todo su esplendor. Ya se me habían quitado los nervios.
Más páramo
Más camino
Llegamos a Chitagá
como a las 17:00 horas. Yo estaba súper cansada. En esas mi papá me llamó y me
dijo que iba a llamar a alguien para que me recomendaran un hotel. Fuimos al
hotel recomendado, luego nos quedamos dando algunas vueltas por el pueblo. Era
domingo 02 de octubre día de votar por el plebiscito por la paz, así que el
pueblo estaba lleno con mucha actividad. Ya en la noche nos fuimos a dormir. Yo
me fui a la cama con el corazón roto por el triunfo del NO.
Muy temprano al siguiente
día seguimos nuestro camino a Cúcuta. Durante la vía casi no paramos; la única
parada fue hicimos fue delante de Pamplona y sólo compramos unas bolsas de agua
y nos quitamos algunas capas de ropa, ya que se empezaba a sentir el calor de
la zona.
Antes de llegar a Cúcuta pasamos por esta carretera llena de nebina
Entre niebla
Cuando llegamos a
Patios (un municipio muy cercano a Cúcuta) entramos a una zona con unos vientos
muy fuertes. Podía sentir como el viento me empujaba hacia la izquierda y me
sacaba de mi carril. Como yo tenía que contrarrestar la fuerza del viento, pues
trataba de dirigir a Pikachu hacia la derecha de nuevo al centro del carril;
pero los vientos paraban súbitamente y terminaba a la derecha del carril. En fin,
como a eso de las 11:30 llegamos al edificio donde vivían mis papás en Cúcuta y
no había nadie. Ja, ja, ja. Luego de esperar a mi mami con mis abuelitos Marín
como por 20 minutos, subimos al apartamento y nos bañamos casi de inmediato,
pues el calor en Cúcuta también infernal.
En Cúcuta no hicimos
mucho turismo, más bien disfrutamos del tiempo en familia. Andrew aprovechó para
que desde USA le mandaran unos pantalones que había comprado. Fue todo u show
porque nos cobraron el 10% de arancel y 16% de IVA. Todo para nada porque tocó
enviar de nuevo los pantalones porque a él no le gustaron. Regresar los
pantalones fue un proceso de dos días gracias a la negligencia de 472. Y yo
quejándome que cuando voy al correo en USA me demoro como 15 minutos para
enviar algo.
Nuestra amiga Paola va
cada mes Cúcuta por su trabajo. Coincidimos esa semana y pudimos encontrarnos
con ella. Casi todo nuestro almuerzo lo dedicamos a despotricar sobre nuestros
compatriotas y su comportamiento al abstenerse al votar y habernos dejado con
el triunfo del NO.
Con Pao
Como a Pikachu la
bajaron 4cm, el gato lateral estaba muy largo y cada vez que parqueaba a
Pikachu quedaba casi derecha y no ladeada hacia el lado. En Cúcuta nos
indicaron un taller donde redujeron la longitud del gato lateral e hicieron una
base más ancha para que la moto fuera más estable cuando esté parqueada.